Me desperté con dos inviernos a los lados
Aunque leer sea un ejercicio terapéutico, a veces existen historias que te tocan tan hondo que no aciertas con las palabras que describan tus sentimientos. Me viene a la cabeza esta idea después de una semana dedicada a la filmografía de Almodóvar y a descubrir la belleza de la pluma de Elsa Veiga quien nos sorprende con Me desperté con dos inviernos a los lados. Y la verdad es que me duele hablar de ella, sobre todo porque me identifico hasta límites insospechados con Cara Piqueres, esa niña que vive con su familia en una gran ciudad y que se acostumbra a camuflarse de lo que ella llama Sombra, que no es más que su padre maltratador.
“A través de un lenguaje poético, Veiga nos habla de la violencia machista, de cómo la vive una niña y su hermano, de cómo ellos sobreviven e inventan otra realidad paralela. Y duele reconocer(se), ser consciente de que, en mayor o menor medida, la infancia se presenta como una etapa vital y con más trascendencia de la que en un principio creemos. Cara y su hermano crecen en un entorno hostil, en el que suceden cosas extrañas que ellos no atisban a comprender hasta tiempo después. En esa casa habita una sensación semejante al hielo, al invierno frío y desangelado en la que parece que nada nos calma, en la que las manos se nos agrietan del frío y el aire se nos cala en los huesos.”