El vuelo de la libélula
Javier Morales demuestra en ‘Monfragüe’ su compromiso ético y estético
«Aquí, en su nuevo libro, una formidable novela de búsqueda de la identidad o, también, de iniciación, de retorno a la infancia o la adolescencia, el autor extremeño muestra una gran madurez estilística, las armas creativas, el pulso narrativo, y el fulgor literario de un escritor genuino. Y es ese fulgor estilístico singular, además de una habilidad evocadora apabullante, lo que nos seduce al adentrarnos tanteando en una novela corta, de pocas páginas, que encierra no obstante todas las emociones, todas las reflexiones y todos los misterios de las grandes obras literarias. Hacía mucho tiempo que uno no leía una historia tan maravillosamente contada, la del hombre que echa la mirada atrás y escarba con mucho tacto en su memoria con idea de reconciliarse con un tiempo, un espacio indeleble, y una persona muy importante en su vida, un amigo bañado por el fulgor de la inocencia que desaparece del mundo antes aún de haber disfrutado de la juventud.
El autor consigue urdir una tersa narración rozada por una atmósfera inefable y una intriga brutal, densa y envolvente, que no se disipa hasta el final de la novela. Y a veces uno siente, mientras avanza en el relato y va disfrutando de escenas memorables que remiten a una cultura de otras épocas, que está contemplando a unos metros de sus ojos el aleteo sutil de una libélula a punto de detenerse sobre el agua de un pequeño lago rodeado de silencio. Al final, la libélula acaba posándose en el agua y abre un círculo mínimo que, luego, va ensanchándose produciendo una leve marea en la superficie. Así, de ese modo, discurre este relato trenzado de amor, ternura, miedo y reconcomio.»